sábado, 29 de marzo de 2008

CALLES


Por las mañanas,
envuelto en todo el amor de Dios,
salgo,
arduamente feliz,
a las calles
deshechas por las bombas.

Mi dulce Señor prosigue
en su feliz tarea
de prodigar milagros
– no el menor de entre ellos
la fe
que me concede para
poder seguir creyendo en los milagros.




Juan de Marsilio

(Uruguay, 1963)

domingo, 16 de marzo de 2008

EL DIOS DESERTOR

Dios amó siempre a Satán con un vicioso amor inconfesable. Allí donde, por paradoja para nuestro finito entendimiento, la omnipotencia cede ante la perfección, Él ignoraba en sí este agujero negro, abisal orificio de su compacto Ser cuya pasión operó en cierto instante (y generó entonces la brecha y el desorden del instante, el enemigo de la eternidad) una fisura irreversible en la sempiterna y plena luz sin sombras del mediodía de lo Absoluto para dar paso al Gesto, a la Caída, al antes y al después del movimiento con el que Dios partió, lleno del hambre y la sedienta urgencia del que ama, a buscar al Demonio tan deseado. Escapando, introdujo una abrupta cesura en lo continuo de la perpetuidad, y disfrazado de hombre se arrojó en el tiempo para buscar al Diablo en la trampa del mundo. Vacío quedó así ya para siempre el gran trono de Dios, pues lo perfecto no admite el deseo, y negro, con la mancha del amor, Dios conoció la angustia de lo incierto que desconociera su omnisciencia antigua, y el querer introdujo en su Todo la Nada: Dios había pecado y llenado sus venas con sangre de mortal, sangre de amante y sangre de monstruo, y Dios dejó de ser en adelante nombre que designara cosa existente alguna. Pero como Dios ya no era Dios ni volvería a serlo nunca más, pues lo perfecto puede corromperse mas lo corrupto no puede ser perfecto, esto no le importaba, y agitado en las noches de mil ciudades llenas de secretos vagó sin rumbo igual que un predador obsesionado por el recuerdo de una piel, un contacto, una voz, un insidioso olor de su pasado que busca ahora sin tregua en el futuro. Así se enamoró la eternidad de los frutos del tiempo. Así el conjunto de todo lo creado giró sobre sí mismo como un ebrio frenético y danzante en los círculos alucinados de lo que se genera y lo que acaba, de lo sido y de lo porvenir, de lo que nace y muere, delirante y borracho en una orgía sobre la que no habrá jamás ya otra cosa que el trono abandonado del Dios que desertara de Sí mismo. Así, en las licenciosas saturnales de los astros y seres que giran sin objeto en el vasto universo enloquecido, un Dios que tiembla y ríe obscenamente celebra con terrible alegría el largo carnaval de su demencia en medio de los hombres. En las tristes ciudades de la historia, desapercibido se desliza persiguiendo al amado que lo privó de juicio, sin saber si es feliz o desdichado, olvidándose con creciente frecuencia de lo que era cuando no estaba loco, recordándolo menos cada vez, creyendo haber visto aquí o allá las ascuas de los ojos hermosos y asesinos de Luzbel y dejando ante esos espejismos su copa inconclusa en la barra de algún sórdido bar para correr tras el Ángel Rebelde, sintiéndose a veces vibrante con el júbilo de sus expectativas, sintiéndose otras veces un idiota, y, en momentos de extrema soledad, preguntando su precio a alguna puta. Cada vez que amanece o atardece, cuando algo termina y comienza otra cosa, cuando mueren un día o una noche o los ruidos le indican que el apetito febril de las criaturas ha devorado otro año y que todas se aprestan a mascar y engullir el año inminente, sin descanso posible recomienza su ciega cacería. Aguzando el olfato como bestia de presa vuelve a partir, y en su alma privada de razón anticipa el reconocimiento del bello objeto de su afán voraz bajo una de sus máscaras, que ahora, ciego y frenético pese a que un día fuera el ojo omnipresente, no puede adivinar. Así, anticipando con gozo y con temor lo que vendrá, como todas las famélicas criaturas que se deslizan por entre las edades, con nervioso deleite y tortura exquisita, a cada fino término de algo traspone igual que un mortal cualquiera los umbrales del tiempo y el olvido, precipitándose en el porvenir. Y, aunque Él no lo sepa, ése es el castigo que recibió su culpa por haber sucumbido al desear, y la forma que asume para Él el Infierno.

MONTSERRAT ÁLVAREZ

viernes, 14 de marzo de 2008

ABSENTIA ANIMI Gunnar Ekelöf


Gunnar Ekelöf (Suecia, 1907- 1968)


ABSENTIA ANIMI


En otoño
En otoño cuando uno se despide
En otoño cuando todas las cercas se abren
hacia absurdas parcelas
donde hongos irreales se pudren
y anegadas huellas de ruedas marchan
hacia la nada, y un caracol marcha
una rota mariposa marcha
hacia la nada, que es una rosa marchita
la más pequeña y fea. Y los mosquitos, esos
malditos tontos
de patas frágiles, ebrios en el brillo de la lámpara en la noche,
y la lámpara misma que susurra apagándose
en el mar fútil de la luz, mar polar del pensar
en largas olas
espuma silenciosa crujiendo
de series divididas en series
de la nada a través de la nada hacia la nada
tesis antítesis síntesis abrasax abraxas tesis
(como el sonido de una máquina de coser)
y las arañas hilan en la noche silenciosa su red
y los grillos liman
Sin sentido.
Irreal. Sin sentido.

En otoño

Cruje en mi poema
Las palabras sirven y allí yacen
Cae polvo sobre ellas, polvo o rocío
hasta que el viento las levanta y (las) posa
(y) en otra parte
el que partout busque el sentido de todo ha
entendido hace tiempo
que el sentido del crujir es el crujir
que en sí mismo es algo diferente a
botas de goma húmedas entre hojas
pasos dispersos a través de la alfombra del parque
Tú vagas, te extravías
No te apresures tanto
Detente un poco
Espera
En otoño cuando
En otoño cuando todas las cercas
entonces pasa que en el último rayo oblicuo
después de un día de lluvia
en largas pausas vacilando
como sorprendido
un mirlo abandonado canta en la cima de un árbol
porque sí, porque tiene garganta. Ves
Su cima de árbol contra el fondo pálido del cielo
junto a una nube sola. Y la nube nada
como otras nubes pero también como abandonada, hors saison
y en esencia hace tiempo en otra parte
ensimismada (como el canto) ya otra
cosa que

Eterna quietud
Sin sentido. Irreal.
Sin sentido. Yo
canto estoy aquí
el cielo una nube
No deseo nada más
Deseo estar lejos lejos
Estoy lejos (entre los ecos de la noche)
Aquí estoy
Tesis antítesis abrasax
Tú también yo

¡Oh lejos lejos
donde en el cielo claro nada
sobre la cima de un árbol una nube
en feliz inconsciencia!
¡Oh en lo hondo de mí
se refleja en la superficie del iris del ojo
en feliz seminconsciencia
una imagen de nube!
Esto no es lo que es
Es otra cosa
Está en esto que es
pero no es esto que es
Es otra cosa
¡Oh lejos lejos
en eso más allá
hay algo que es cercano!
¡Oh en lo hondo de mí
en lo que está cercano
hay algo más allá
algo másallácerca
en lo cercamásallá
en lo que está haciaquídelolejano
algo ni lo uno ni lo otro
en lo que no es esto ni aquello:
ni nube ni imagen
ni imagen ni imagen
ni nube ni nube
ni ni o o
pero otra cosa!
¡Lo único que hay
es otra cosa!
¡Lo único que hay
en esto que hay
es otra cosa!
¡Lo único que hay
en esto que hay
es eso que en esto
es otra cosa!
(¡Oh canción de cuna del alma
canción de la otra cosa!)
¡Oh
non sens
son sentiens non
dissentiens
indesinenter
terque quaterque
pluries
vox
vel abracadabra

Abraxas abrasax
Tesis antítesis síntesis que se hace otra vez tesis
Sin sentido.
Irreal. Sin sentido.

Y las arañas hilan en la noche silenciosa su red
y los grillos liman

En otoño




(Versión castellana: Roberto Mascaró)